Muchas veces se gestan encuentros que están mas allá de nuestra comprensión humana. Tan solo nos disponemos a rescatar, adoptar y muchas veces sentimos que hemos sido valerosos salvadores de algún animalito en desgracia, pero que en un momento de nuestras vidas llegan a conformar parte de la familia, sin sospechar ni medianamente la verdad oculta detrás de este encuentro. No dimensionamos el tremendo aprendizaje de amor a experimentar.
Así es como iniciamos este viaje de aventura con un ser vulnerable, inocente y lleno de curiosidad por experimentar el nuevo mundo que se les ofrece.
Como experiencia personal puedo decir que fui testigo de un viaje de 16 años, donde sin duda la única rescatada de esta relación fui yo misma. Más que una mascota peluda felina de 4 patas, se transformó en mi familia, mi amiga y mi paño de lágrimas por años. Se transformó en esencia en una conexión de almas, en compañeras inseparables de camino, llegando a ser parte de mí misma.
Hacia el año 2002 recibí a este ser peludo multicolor, tímido y temeroso del contacto humano, poco a poco mientras nos conocíamos fue ganando confianza y empezó a mostrar su graciosa y divertida sabiduría felina de cachorra; mostrando su vitalidad corriendo, arañando cortinas, escalando colchones y llenando de rasguños juguetones mi piel. A medida que crecía era cada vez más parte de mi vida y a mis rutinas de trabajo. Su camino a la adultez se transformó en un vínculo inquebrantable de amor y fuente inagotable de lealtad y compañía. Su presencia llegó a llenar de sentido y luz a mi vida, coloreando mi andar. Fue mi gran maestra, enseñándome lecciones como amar en libertad, a respetar sus espacios y a compartir grandes momentos de regaloneo. Fueron años de transformadora convivencia, donde hoy sólo me queda expresar gratitud por lo mucho que me mostró, acompañó e hizo crecer como humana desde el amor incondicional en su mayor pureza. La dejé partir un 5 noviembre sosteniendo su frágil cuerpo entre mis brazos sin antes recordarle lo mucho que la amaba y lo difícil que era desapegarme de ella, es así como su alma dejó su forma física que habitó por tantos años. El día de su partida mi corazón se rompió en mil pedazos, fueron meses de sufrimiento trabajando el desapego, donde finalmente llegue a comprender el fin de su viaje, en amor no existe la distancia, ni el tiempo, en amor la unión prevalece y como en muchas oportunidades me dijo: yo soy parte de ti y tu eres parte de mí.
Para muchos puede resultar complejo o difícil de comprender estos fuertes vínculos o conexiones, pero sin tan solo lográramos abrir nuestros corazones y estar dispuestos a disfrutar la aventura de éstas y muchas otras enseñanzas y del gran amor que nos otorgan a lo largo de sus vidas podríamos experimentar la vida con una mirada de apertura en consciencia ganando grandes aprendizajes y expansión.
Como lectora de Registros Akáshicos les comparto uno de sus mensajes luego de su partida: En cada viaje de nuestras almas nos encontraremos, creceremos y nos expandiremos juntas como una sola luz que late y vibra en amor, así somos, partes de una misma esencia, amor puro y verdadero; porque “yo soy parte de ti y tú eres parte de mí”.
Honro su memoria y su compañía.
Cuéntanos tus historias y aprendizajes.